CRÍTICA LIBRE DE SPOILER
SINOPSIS SUJO
Después de que un hombre armado de un cartel en un pequeño pueblo mexicano es asesinado, Sujo, su amado hijo de cuatro años, queda huérfano y en peligro. Sujo escapa por poco de la muerte con la ayuda de su tía, quien lo cría en el campo aislado en medio de dificultades, pobreza y el peligro constante asociado con su identidad. Cuando entra en la adolescencia, despierta en él una rebeldía y, como un rito de iniciación, se une al cartel local. De joven, Sujo intenta rehacer su vida, lejos de la violencia de su pueblo natal. Sin embargo, cuando el legado de su padre lo alcanza, deberá enfrentarse cara a cara con lo que parece ser su destino.
Pareciera que las viejas lecciones de Robert Bresson sobre el que las películas fueran actuadas por personas de la vida real en vez de actores profesionales, ya forma parte del canon para el cine mexicano. Tal vez ese no sea el motivo, pero me gusta especular. Podemos poner dentro de este grupo a las películas de Carlos Reygadas, Amat Escalante o la bien recibida Ya no estoy aquí, Roma (con Yalitza Aparicio quien nunca había actuado de forma profesional), la más reciente Valentina o la Serenidad y, la que hoy hablaré, Sujo.
Hay una delgada línea en la que si un no-actor/a no se desenvuelve correctamente para generar la intencionalidad que tiene el guion, puede arruinar la escena. Las escenas de Sujo suceden bajo esa tensión, vibran con esa sensación de que una persona real está padeciendo lo que ocurre en la historia. El miedo, la valentía o la incertidumbre solo son algunas de las sensaciones que transmiten. Recuerdo varios planos donde esas sensaciones están ahí, sin que la imagen sea la que lo muestre explícitamente. Y además de transmitirlo bien, la imagen tiene un atractivo especial, qué sé yo, por la fotografía o el vestuario, que son grandiosos. De ahí el haber elegido para ciertos roles a personas de la vida real. Por ejemplo, Juan Jesús Varela, quien interpreta a Sujo, además de actor (porque ya Sujo lo acredita como tal), es albañil y fontanero.
Sujo retrata el entorno en donde se forjan los adolescentes sicarios. Su protagonista, Sujo, es un niño cuyo papá es sicario. Él vive en uno de los cientos de pueblos tomados por el narcotráfico en el país: Tierra Caliente, Michoacán. Hay director@s de cine que con contar la historia de este personaje dentro de ese ambiente, les sobra y les basta, como Noche de Fuego, de Tatiana Huezo.
Pero Astrid Rondero y Fernanda Valadez, las directoras de Sujo, intuyo, quisieron ver más allá, traspasar la frontera de la narcoviolencia y adentrarnos a una ficción, si se podría decir, más pura. ¿Cómo es la vida de los niños y adolescentes donde ser sicarios es una salida de su entorno precarizado? Si en el documental Una jauría llamada Ernesto, Everardo González lo responde, en la ficción lo hace Sujo.
No puedo evitar señalar, porque tampoco es difícil de adivinar, las influencias bolañescas en Sujo. Por ahí vemos aparecer a una mujer que se tragó al fantasma de Auxilio Lacouture, pero con una diferente función narrativa. Por fin están saliendo a la superficie las obras de las y los jóvenes que leímos a Roberto Bolaño durante nuestros veintes. Sujo también tiene ese espíritu, un poco como Güeros o No voy a pedirle a nadie que me crea.
Otro territorio donde las directoras están en el límite es el de no convertir a tu película en una historia de superación. Yo solo veía la película pensando en que no se arruinara todo lo mágico que había conseguido hasta ese momento. Se puede dar el caso. Pero, lo digo con alegría, no ocurrió así.
En la entrevista para DESNOS de Diego Enrique Osorno, comentamos sobre los temas repetitivos de las ficciones en el cine mexicano, como es el caso de las películas que abordan el narcotráfico, en específico desde el punto de vista de las víctimas en entornos de violencia. En un sentido estricto, Sujo entra en esta categoría. Puede que para algún público esta temática ya la sienta aburrida y repetitiva; más de una vez lo he escuchado. Pero en Sujo esa temática se diluye en la historia. En buena parte de la película, el narcotráfico pasa a segundo plano.
La virtud principal de Sujo es, pienso, la de hacer partícipe emocional al espectador del drama que está viendo, al menos para el público mexicano: la cercanía de lo que ocurre en la película con la vida diaria es tremenda. No como una ficción donde lo que pasa está atrapado en una pantalla y no puede hacer daño. De hecho sí lo hace. En toda película el espectador/a vuelca sobre la ficción los prejuicios con que ella misma juzga a la vida. Y en Sujo, bajo este parámetro se determina la cercanía de la mirada respecto a los personajes y su entorno.
Astrid Rondero y Fernanda Valadez logran imponer la distancia justa para ver de la forma más neutral posible Sujo. Su capacidad como directoras les permite elegir cómo contar su historia sin sentimentalismo. No muestra una narcocultura de forma directa, sino como una parte del todo, a veces como telón de fondo. En ese aspecto el guion sabe darte un buen golpe en el estómago cuando es necesario. Aquí Sujo muestra sus mejores virtudes: no decae el ritmo, hay humor y está llena de pasajes emotivos en momentos puntuales. Hay una intención poética en el desarrollo de Sujo y la verdadera proeza del film es hacer latir la crudeza de la realidad que viven los huérfanos por culpa del narco en este país en llamas.