El título de La Guardia Blanca, documental del director canadiense Julie Elie, no hace referencia a ese brazo armado del Movimiento Blanco que luchó en contra el Ejército Rojo a inicios del siglo XX, sin embargo el paralelismo tiene algo de irónico. La Guardia Blanca, en este caso del documental, se refiere a los grupos paramilitares y/o narcotraficantes que contratan las grandes multinacionales mineras para amedrentar y amenazar a los pobladores locales con el objetivo de impedir la defensa de su territorio y desplazarlos de sus tierras. 

La Guardia Blanca reúne las voces de esas comunidades, pero también la de activistas y periodistas que siguen de cerca y padecen las consecuencias de este suceso. Una minera de Zacatecas es la que sirve como ejemplo para mostrarnos a nosotros los espectadores este fenómeno colonialista, extractivista y de desplazamiento. A grandes rasgos es de lo que va el documental. Quiero comentar por qué es necesario verlo.

Así como se han adoptado a nuestro vocabulario neologismos que hacen referencia a fenómenos sociales actuales, tales como perreo, criptomoneda, posverdad, fake news, etc., etc.,  las cuales inician en el habla colectiva y luego las academias las institucionalizan, hay un término que adopta un periodista (no recuerdo su nombre) en este documental que llamó mucho mi atención: horizonte de coacción. 

Cuando gobiernos, empresas privadas y narcotraficantes forman una alianza para lograr un propósito específico (como en este caso extraer los minerales de una zona) y utilizan ese poder conjunto para que nadie lo impida, a eso se le llama un horizonte de coacción. El periodista explica que a eso se enfrentan los pobladores y defensores con el problema de la mina que se asentó en su región, pero también otros grupos en todo el país. 

No hay nada que hacer contra ese horizonte de coacción. Piden ayuda al gobierno y no los atienden. Van a otras instancias y no les abren la puerta; van a todos los lados posibles y nadie se atreve a hacer caso de sus peticiones. Defienden su territorio, sus derechos y su vida con lo que tienen. El “horizonte de coacción” habrá que guardarlo en nuestra memoria para nombrar a este poder tripartita que hace uso de su poder y que se repite día con día en diferentes contextos de nuestro país.

“No solo pasa con mineras, también cuando quieren construir hoteles en playas, presas, parques eólicos”, dice otro periodista del documental. “Donde hay agua, naturaleza y recursos, sucede exactamente lo mismo”.

 

Cuando gobiernos, empresas privadas y narcotraficantes forman una alianza para lograr un propósito específico (como en este caso extraer los minerales de una zona) y utilizan ese poder conjunto para que nadie lo impida, a eso se le llama un horizonte de coacción.

 

Espejo retrovisor mujer noche
Activistas que resisten y luchan ante la invasión de las multinacionales son coaccionadas por las autoridades y guardias blancas.

Roberto de la Rosa Dávila es acaso uno de los personajes centrales de La Guardia Blanca, quien es acosado, amenazado y desplazado por defender y denunciar a la empresa minera de su región en Zacatecas, Salaverna. Le impiden, incluso, entrar de nuevo en su casa. Caminar por esos lugares despoblados, cosa que él hace, significa muerte y desaparición. A su comunidad le cortan la comunicación dañando la infraestructura; de esta forma, no puede reaccionar ni comunicarse cuando los criminales quieren lograr un golpe. Encapuchados con armas rondan los caminos. Hay un muro con torres de vigilancia que rodea la mina, como si se tratara de un penal de máxima seguridad, solo que el “peligro” no es lo de adentro, sino lo que hay afuera: pobladores indefensos. 

 

“Lo único que tengo para defenderme es una honda, qué les voy a hacer yo con eso”, dice Roberto de la Rosa Dávila. 

 

 

Julien Elie quiso ir de lo particular a lo general con La Guardia Blanca. Este problema  sucede no solo en México, sino en varios países del mundo sobre todo los que tienen muchos recursos naturales.

“El tema de la película no es una problemática exclusiva de México y, aunque está anclado en una realidad específica, va más allá de sus fronteras. Con sus similitudes aparentes u ocultas, cada historia de La Guardia Blanca retumbará sobre la memoria global y atemporal de la explotación del territorio a beneficio de las empresas privadas”, dice en un texto que reproduciré al final de esta crítica.

Hombre adulto mayor con sombrero
Roberto de la Rosa Dávila, activista defensor de Salaverna, Zacatecas. Crédito: Pimienta Films

Franz Kafka ya retrató estos escenarios que bien pueden resumir esta desequilibrada lucha de seres comunes contra el poder, con la novela El Castillo y el cuento Ante la ley. La novela nos retrata el caso de Josef K., un agrimensor que llega a trabajar a un lugar donde El Castillo, una construcción inmensa anclada en la lejanía que se puede apreciar desde cualquier parte del reino, es la autoridad máxima que decide los destinos de todos los aldeanos.

Esta construcción, al igual que la mina, es el símbolo de un poder superior al que es imposible acceder y subyuga a todos aquellos que luchan para no caer en su control, tal es el caso de Josef K., tal es el caso de estas comunidades que aparecen en La Guardia Blanca. Es imposible alcanzar el Castillo y los medios para comunicarse y llegar allá donde se concentra el poder no se conocen.

Y en el cuento Ante la ley, un campesino se planta ante la puerta que da acceso a la autoridad y pide al guardia que lo deje acceder. Este se niega pese a los ruegos del hombre. Pasan días, años quizás. El aldeano le llega a preguntar si acaso es posible pasar esa puerta, que ya esperó demasiado, a lo que el guardia le responde: >

“”Si tanto te atrae, intenta entrar pese a mi prohibición. Pero ten presente que yo soy poderoso. Y solo soy el guardián de menor rango. Entre sala y sala hay más guardianes, cada cual más poderoso que el anterior”. Un activista ante el horizonte de coacción, pensé al recordar este relato mientras veía el documental.

Hombre de espaldas con sombrero
Uno de los objetivos de las guardias blancas es desplazar a comunidades de sus territorios. Crédito: Pimienta Films.

En un reciente diálogo que tuve con el periodista Diego Enrique Osorno, me compartió una reflexión. Me comentó que en estos años recientes, las ficciones y documentales ya cambiaron su punto de vista, y en vez de seguir hablando de los victimarios, es decir del narco, ahora volcaron su mirada hacia las víctimas como es el caso de La Guardia Blanca o el reciente documental de Netflix,  El guardián de las MonarcasHomero Gómez González, un activista ambientalista que fue asesinado en 2020 y muchos ejemplos más o películas como Heli de Amat Escalante o Noche de Fuego de Tatiana Huezo.

Siguiendo la reflexión de Diego Enrique Osorno, La Guardia Blanca es un documental necesario donde se da a conocer de forma bien narrada la complejidad de un problema desde muchos puntos de vista. Visualmente es muy atractiva.

Sugerencia: Crítica del documental Una jauría llamada Ernesto, del director Everardo González, que retrata los testimonios de jóvenes que son atraídos y obligados a ser sicarios.

Por último quiero resaltar las escenas y la estética de Julien Elie, tomas lentas y planos abiertos de paisajes que nos hace contemplar la inmensidad de la mina, aerogeneradores silenciosos enormes y grandes bombas de varilla en movimiento, contrastando con la pequeñez de lo que hay a su alrededor y la naturaleza verde que se va extinguiendo. 

Siguiendo la reflexión de Diego Enrique Osorno, La Guardia Blanca es un documental necesario donde se da a conocer de forma bien narrada la complejidad de varios problemas (corrupción, expropiación, extractivismo, violencia, daño al medio ambiente, desplazamiento forzado) desde muchos puntos de vista. Visualmente es muy atractiva y si vieron Soles Negros, estéticamente tiene su mismo sello.

Por último, quisiera añadir que es necesario que sigan existiendo estos documentales para intentar abrir los ojos a quienes tengamos la oportunidad de verlos, aunque seamos pocos; para crear un foco de atención que proteja mediáticamente a las personas que defienden con su vida sus territorios y para darnos cuenta cómo los grupos criminales forman una estrecha alianza con organizaciones que consideramos legítimas y cómo las empresas privadas, representantes del capitalismo en todo su esplendor, no les importa arrasar con todo a su paso para seguir produciendo y acumulando riqueza. La Guardia Blanca es una denuncia pública.

 

“No sé si me alcancé la vida para ver justicia. Estoy envejeciendo. Por más pasos que das en pos de esa utopía, no avanzas”.

Mujer activista y defensora de su comunidad

Río oscuro con árboles
Naturaleza, agua y recursos son características que empresas extractivistas buscan. Crédito: Pimienta Films

Los orígenes de La Guardia Blanca, por Julien Elie

Cuando hay que sacar algo de la tierra o del mar, se oye el ruido de las armas. Donde hay oro enterrado, agua abundante, arena fina o petróleo, se extienden vastos territorios ilegales. En México basta con girar la cabeza y desviarse unos pasos de las playas abarrotadas de turistas para poner un pie en un territorio prohibido.

Durante el rodaje de mi anterior película, Soles Negros, conducimos por una carretera en las montañas de Guerrero. Después de ver unos cuantos camiones del ejército federal, no hubo nada más. Lugares inhóspitos y aislados, tierras que de repente quedan desiertas. Todo parece congelado en el tiempo. Las puertas de las casas son barricadas y reina el silencio. El periodista que nos acompaña nos informa que la zona está bajo influencia de grupos criminales.

No hay ni una sola alma a nuestro alrededor, los habitantes se han ido. Sin embargo, a la vuelta de la esquina de una carretera, hay un extenso complejo minero, uno de los yacimientos de oro más grandes del mundo, propiedad de empresas canadienses. Detrás del alambre de púas y las torres de vigilancia descubrimos un cráter desproporcionado, un enorme agujero que se extiende hasta el infinito, en donde trabajan cientos de obreros. Entonces nos preguntamos, ¿cómo una empresa canadiense puede operar en el corazón de un valle controlado por grupos criminales? ¿Es cómplice o simplemente un testigo silencioso de los abusos cometidos en la región?

Hombre sonriente con sudadera foto blanco y negro
Julien Elie, director de "La Guardia Blanca". Crédito: Pimienta Films

El título y su finalidad

La Guardia Blanca es un retrato del neocolonialismo moderno y universal, oculto y opaco. Esta película refleja un mundo desordenado, aquel en el que una amenaza silenciosa recae sobre el más mínimo recurso natural. El título de la película se refiere a las guardias blancas, estas milicias privadas contratadas por las compañías mineras para aterrorizar a la población local.

La Guardia Blanca insinúa una amenaza vaga y furtiva. Preferí un título que no haga referencia a individuos, las cuestiones que plantea la película van mucho más allá de los casos individuales, porque esto no es solo responsabilidad de los gobiernos o las corporaciones. Nuestros estados se fundaron, desde el principio delos tiempos, sobre la explotación y la conquista. Son nuestros propios regímenes y su funcionamiento los que deben ser cuestionados. En este sentido, las luchas discutidas en La Guardia Blanca se llevan a cabo por miles de hombres y mujeres en cada rincón del planeta, a veces por cientos de años.

El tema de la película no es una problemática exclusiva de México y, aunque está anclado en una realidad específica, va más allá de sus fronteras. Con sus similitudes aparentes u ocultas, cada historia de La Guardia Blanca retumbará sobre la memoria global y atemporal de la explotación del territorio a beneficio de las empresas privadas.

Un díptico mexicano

Si Soles Negros abordó el tema de los desaparecidos y los feminicidios, La Guardia Blanca está dedicada a los repetidos ataques perpetrados contra el territorio.

Sin ser una secuela, las dos películas son complementarias. Con Soles Negros estaba especialmente interesado en el “cómo”, más que en el “por qué”. No soy mexicano, ni periodista, ni sociólogo, no había intentado explicar, ni había buscado deliberadamente dar respuestas. Esta vez, La Guardia Blanca quizás proporcione algunas respuestas a las interrogantes planteadas desde Soles Negros.

Quería extraer de su contexto regional la violencia del país, cuestionando su relación con el mundo hiperglobalizado en el que se despliega. El crimen del país no solo está fuertemente vinculado al tráfico internacional de recursos naturales, también es una consecuencia de la multiplicación de los acuerdos de libre comercio, un liberalismo salvaje y una corrupción endémica.

Viaje al corazón de una zona silenciosa

En el corazón de una alta montaña al norte de México, un granjero hace pastar a sus cabras. Para regresar a su casa, el campesino debe cruzar un camino poco transitado que conduce a un pequeño pueblo. Un día se instala un control al final del camino. Hombres encapuchados y fuertemente armados detienen al campesino. Con sus trajes de camuflaje azul y sus botas militares negras, lo tienen todo para ser agentes de policía. Sin embargo, si se mira de cerca, surgen dudas. Uniformes tan holgados que parecen disfraces improvisados. Los hombres no llevan insignias ni identificación, ¿quiénes son?

En este lugar aparentemente tranquilo, un visitante puede experimentar la extraña sensación de encontrarse en otra dimensión. En estos caminos, las convenciones y los puntos de referencia se vuelven borrosos. Reina un orden opaco. Las miradas son furtivas y el habla es rara. Es una zona silenciosa; un vasto espacio donde no hay forma de comunicarse con el mundo exterior. Esta situación no es un fruto aleatorio o provocado por lo accidentado del terreno, es un silencio impuesto y organizado. La identidad de estos hombres armados no cambiará mucho, pues bien podrían ser miembros de un cartel de la droga o incluso soldados a sueldo de alguna de las empresas mineras. Independientemente de su identidad, estos hombres son los dueños indiscutibles del lugar.

Julien Elie