El “retiro” de Hayao Miyazaki
Trato de imaginarme a Hayao Miyazaki después de que ha terminado El niño y la garza y ya la película está por distribuirse. Se toca la barbilla, toma un té y dice -pero en japonés-: “Ya está, ¿y ahora qué?”. Para ese entonces tiene ochenta años. Empezó a hacerla a los setenta y cinco y planeaba terminarla a los setenta y ocho (“¿Seguiré vivo?”, se pregunta en un cronograma de la producción). Ninguna colombiana podrá contarnos cómo ha de ser trabajar con uno de los genios de animación de los últimos años, las exigencias y todo eso. El cansancio que conlleva.
Habían pasado diez años desde que Hayao Miyazaki decidió retirarse del cine, al menos como director. Con bombo y platillo anunció ese retiro. La última película del maestro, dijimos, y nos fuimos a ver El viento se levanta. Es 2013. Cuatro años de un Miyazaki disfrutando su casa, su silencio, viendo crecer a la familia y yendo a la oficina solo para hacer acto de presencia, checar, sentarse a leer el periódico y dar un par de consejos a las nuevas generaciones que están haciendo otros proyectos ahí en los Studio Ghibli. Para mí es increíble la reflexión que tuvo para volver a las grandes ligas, a planear El niño y la garza en 2017. Si quieren no lean lo que resta de mi artículo, con esto me basta:
¿PODEMOS HACER UN LARGOMETRAJE?
Por Hayao Miyazaki
No hay nada más patético que decirle al mundo que te jubilarás debido a tu edad y luego regresar otra vez. ¿Es realmente posible aceptar lo patético que es eso y hacerlo de todos modos? Una persona mayor que se engaña a sí misma pensando que todavía es capaz, a pesar de su olvido geriátrico, ¿no demuestra que ya no está en su mejor momento? Puedes apostar que sí. Está muy bien arrastrar a otros y causar un montón de problemas y aun así terminar una película, pero también es muy posible que te quedes postrado en cama o mueras en el momento decisivo. El propio instigador podría estar completamente preparado para eso, pero para aquellos que terminarían cargados con una mezcolanza incompleta de una película, sería insoportable. Los largometrajes tardan al menos tres años en completarse. Podría hacer uno en un año cuando tenía 40 años, pero ahora tengo 75, hay mucho que hacer en tres años y me siento tentado a decir: “Déjame trabajar en ello hasta que tenga 80”. “Bueno, eso es algo por lo que Paku-san (compañero cineasta Isao Takahata) ya pasó, así que suponiendo que quien esté produciendo la película tenga la determinación de seguir adelante hasta su finalización, el verdadero enigma es: ¿cómo será el mundo dentro de tres años? ¿En qué estado estarán el mundo y las mentes de los espectadores cuando vean nuestra película? ¿Seguramente nuestra era actual, indistintamente a la deriva, indefinible e indiscernible, está llegando a su fin? ¿No está el mundo en su conjunto en un estado de cambio Podríamos encaminarnos a la guerra o al desastre, o quizás incluso a ambos. En tiempos como estos, al hacer una película que tardará tres años en completarse, ¿qué forma debería adoptar…? Primero, algo enfáticamente pacífico, como Totoro. Totoro II tal vez? Podríamos hacer eso. Tengo la sensación de que podríamos hacer algo que valga la pena. Eso es sólo un sentimiento, pero si estallara la guerra, podría ser aún más significativo. En segundo lugar, una película ambientada en tiempos de guerra. Una película adelantada a su tiempo, realizada sabiendo que los tiempos podrían alcanzarnos antes de que podamos completarla. La película no debe complacer a su época. Si pudiera ser inhumanamente irresponsable, me gustaría hacer una película sobre la batalla del río Yalu en la guerra chino- japonesa, pero eso es sólo una predilección personal.
A lo que quería llegar es que Miyasaki para ser que se aburrió de ese estilo de vida, descubrió que el destino del artista o su condena es expresarse, hasta el último aliento, y decidió salir del retiro para hacer El niño y la garza, para los latinoamericanos, El chico y la garza para los españoles y Kimitachi wa Dō Ikiru ka para los japoneses. La misma situación a la que se enfrentó Martin Scorsese en Los asesinos de la luna ¿Qué será de nosotros cuando ya no estén? No quiero ni imaginarlo.
El director japonés vendió los derechos de las películas del Studio Ghibli a Netflix por consejo de Toshio Suzuki, se encogió de hombros diciendo que no había nada más que hacer y se puso manos a la obra. Animadores jóvenes, pidió. Denles mil quinientos euros mensuales, pidió. La motivación más grande para volver, dicen, fue que quería dejarle un legado a su nieto. Y El niño y la garza apela un poco a eso.
Crítica de El niño y la garza
Es una lástima que ya no podamos ver películas, al menos en el Studio Ghibli, totalmente animadas a mano. Ya lo había dicho Toshio Suzuki: es incosteable. “Si dijera que quiero hacer una película, sonaría como un viejo diciendo algo estúpido”, dicen que dijo Miyaaki debido a su concepción clásica de la animación; lo moderno nunca terminó de convencerlo. A eso se ha tenido que adaptar como en su momento Buster Keaton al cine sonoro y tantos y tantas cineastas. Pero más allá de este aspecto, la animación de El niño y la garza es impecable.
Por ese lado no hay nada qué discutir. También cuenta con personajes muy entrañables y originales. Sigue siendo consistente en la misma línea de personajes con carácter, expresivos y llamativos que ya conocemos de Miyazaki, hago especial mención de los warawara, unas pequeñas criaturas simpáticas, agradables y tiernas. (En este artículo podrán ver una análisis de las llamadas weird little guys de las películas de Hayao Miyazaki) (de nada).
Mahito Maki es el personaje principal de esta historia. Este niño (o chico, según los españoles) tiene doce años y le toca presenciar cómo pierde a su madre en un incendio, probablemente como consecuencia de una bomba o un ataque a la ciudad por la Guerra del Pacífico, contexto donde se desarrollan los hechos. Este suceso justificará gran parte del carácter de este personaje.
Mahito no tiene la inocencia de Chihiro ni tiene el carisma de Kiki o alguno de los otros personajes infantes de sus otras películas. Este niño es un tipo serio, complicado, enojado, molesto. Y luego su papá se lo lleva a vivir a otro pueblo y le revela que ahora vivirán con su tía, que es la nueva esposa de su papá ¡y que además está embarazada! Hasta yo estaría molesto. Ya tenemos al niño ¿y la garza? La garza hace su aparición en esta mega increíble finca en la que vive con su tía, su nueva tutora.
Como en muchas películas de Miyazaki, la realidad se empieza a fundir con la fantasía paulatinamente. Aquí empezará la historia y ya no puedo revelarles nada más para no arruinarles la experiencia estética. Eso, la experiencia estética, es lo que más resaltó. Visualmente (dejando de lado lo virtual) es un Miyazaki. Así como cuando ves un cuadro y ya sabes de qué artista es. Siempre me ha impresionado la capacidad que tiene Hayao Miyazaki de mostrarnos escenas originales a través de formas visuales únicas. Una figura que se derrite, personajes pasando por portales, una parvada de pericos coloridos volando, etcétera, etcétera, son algunas de los ejemplos de los que habló.
Muchos le criticaron que es una historia que solo él, Hayao Miyazaki, entendió. Quiero tratar de entenderlo. La narración de El niño y la garza es como una muñeca rusa: La Historia va entrando en varias historias cada vez más profundamente; ya saben, como Inception o Paprika o Ubik, ese tipos de juegos narrativos. Y sucede que en este tipo de historias, los espectadores terminan mareados y aturdidos entre tanta transiciones a veces abruptas, a veces inesperadas. Rick and Morty ya nos tiene bastante acostumbrados (y aburridos).
Concuerdo con aquellos que salieron con ganas de una explicación. No creo que sea tan complejo explicarla si tomas como base de que no tiene lógica. Puedes buscar una explicación en Google y te pueden intentar convencer de una teoría. Es totalmente onírico, al menos el desarrollo, lo que hay en medio de este viaje. Para mí, es ver más allá. Sorprenderte por todas las etapas en las que este héroe trata de llegar al fondo de su misión. Que si navega en un río de los muertos. Que si está en un reino donde aves gigantes tienen un imperio como los humanos. Que se adentre en un jardín exorbitante o un pasillo con múltiples puertas que dan a diferentes mundos en diferentes tiempos.
¿Por qué trata de entender estas películas que son un revoltijo? En la que un señor melancólico intentó plasmar su reflexión de octogenario. Es este niño que se adentra de forma valiente y arriesgada a una aventura peligrosa e increíble lo que me conmueve. Y me conmueve porque es una película muy personal, que nace de la intimidad e incertidumbre de cómo ve el pasado y el futuro el actual Hayao Miyazaki; que va sobre el legado personal de un creador de mundos como él y cómo pasar la estafeta a las nuevas generaciones atravesadas por este mundo horrible: ¿con coraje?, ¿en compañía?,¿haber cruzado todo esto, toda mi vida, toda mi obra y solo por una ilusión? Mahito , el nombre del héroe, significa suerte. En una parte de la película un personaje dice algo como de que ha dedicado toda su vida a crear mundos bellos y armoniosos, pero que en cualquier momento pueden convertirse en nada. Te estás volviendo nostálgico, Miyazaki, y El niño y la garza es volver a esas fantasías que siempre nos has compartido.