La música es una creación que no necesita lenguaje para entenderse. Esto es un intento personal y sensorial para demostrar la primera oración de esta crónica.

 

Llegué a Taller Sociedad, en la calle Francia 1681, colonia Moderna, en Guadalajara, después de un día de trabajo, un día con mucha lluvia: ella, su gama tonal al reventar contra el piso, contra el concreto, contra la madera, contra el metal, contra el plástico, contra las telas, contra el cuerpo, era un preámbulo de lo que sucedería más tarde, ya entrada la noche, en el evento organizado por Afasia Producciones (Gonzalo y Alfonso Solís), en alianza con Casa del Lago UNAM y 316 Centro.

Este dúo de melómanos lleva activos desde hace más de un año haciendo el esfuerzo de traer a Guadalajara actos y performers de una amplia gama de géneros: desde el noise hasta el ambient más etéreo, pasando por el free jazz, el krautrock, la música concreta, las grabaciones de campo, la experimentación dentro del rock y dentro de la electrónica. Hace poco llevaron a cabo una serie de eventos por su primer aniversario y fue un fin de semana en donde tocaron agrupaciones importantes como Hospital de México, Nada, Grave/Mal, Pablo Und Destruktion y The Americojones Experience.

 

Cartel evento Claire Rousay
Cartel del evento por Afasia Producciones

 

Cyn Estevez: una marea de armonía

Me topé a Alf, quien estaría tomando fotos de lxs cuatro intérpretes de la noche, afuera del venue, fumándose un cigarro, le pedí otro y hablamos un poco de lo raro que está el mundo mientras escuchábamos el saxofón esporádico de Cyn Estévez. Nos acabamos el tabaco, entramos al Taller.

Un pasillo de tatamis y lodo después de la puerta principal, unas puertas de vidrio que nos separaba de muchas personas atentas a Cyn, a sus sintetizadores cálidos y estirados, al saxofón sampleado, a su generación de loops; cristales vibrando gracias a un atardecer artificial, capas de metales que se fundieron en una imagen melancólica, añoranza y recuerdo de un mar mercurial. Una marea de armonía que brillaba como la plata, con resonancias hacia lo celestial, nubes y mar, una discordancia controlada que permitió a todos meditar en medio de sus vocalizaciones casi sacras.

Crédito Alfredo Ávila


Al terminar su set, busqué el stand de cervezas. También vendían cigarros sueltos. Una cerveza y un cigarro. Alf desapareció de mi vista; demasiada gente, demasiadas espaldas similares, demasiadas caras blancas entre risas y palabras ajenas. Aproveché para encontrarme con Camilo Ángeles, probar un poco de pasto que fumaba en un rincón, siempre sonriente; ir a la puerta principal, fumar el cigarro en paz, saludar Bolo y a Gonzalo que estaban regulando la entrada de gente, platicar un poco sobre los próximos eventos de Afasia en lo que resta del año (se vienen cositas (siempre quise utilizar la frase “se vienen cositas” en un texto)).

Mesa llena de aparatos para música
Crédito Alfredo Ávila

Me reencontré con Alf justo a tiempo para tomar un buen lugar al frente del escenario. El piso mojado por la lluvia de la tarde me importaba poco. Alfonso Solís me había comentado minutos antes que “el ambient es puro trance, es para meditar”. Pensé que sus palabras eran ciertas y necesitaba una posición cómoda, relajada, para apreciar de una forma diferente el lineup de la noche. Fue la decisión correcta.

Camilo Ángeles: tenebroso y brutal

Camilo Ángeles es un nombre interesante, porque su música difiere de lo angelical, de lo bello que Cyn Estévez había manifestado en el Taller hace unos minutos. Camilo se transformó en una silueta oscura que expresaba tormento, un torrente de plomo se desbordaba desde su flauta, plomo diferente al de las balas, más espeso y frío, sintetizado a través de algunos pedales que transformaban sus soplidos en cuchillos, transformando su herramienta de viento en clavos que perforaban el techo de lámina, las goteras post-lluvia, la mente de los oyentes. Tenebroso y brutal, las inflexiones estridentes, los sonidos guturales de la garganta del performer se combinaban con el frenesí de su flauta en una danza errática y controlada.

Camilo Ángeles como un ángel cayendo por un precipicio artificial, creado por el humano, hasta llegar la desesperación. Los demás oyentes contuvieron su respiración, estáticos, totalmente de pie, espectadores asombrados (o no) del vuelo córvido y fulgurante de la imaginación de Camilo. Definitivamente mi acto favorito de la noche.

 

Camilo se transformó en una silueta oscura que expresaba tormento, un torrente de plomo se desbordaba desde su flauta, plomo diferente al de las balas, más espeso y frío, sintetizado a través de algunos pedales que transformaban sus soplidos en cuchillos

Crédito Alfredo Ávila


Alf y yo volvemos a la mesa de la cerveza y compramos otro bote. Permanecemos en el pasillo de lodo, seguimos platicando sobre amigos que no hemos visto en mucho tiempo, sobre nuestros trabajos, sobre la intensidad de los meses de agosto y septiembre. Están sucediendo grandes cambios a nuestro alrededor, pero también nos reímos de los cambios, de la Liga MX, de nuestros equipos favoritos y de la vida de adulto.

La gente pasa a nuestro lado, sale del Taller a estar como nosotros: hablan de banalidades y de temas densos, personales con cerveza o bebidas no alcohólicas en sus manos. Sus voces se confunden con la selección musical entre actos. Suena “When Mama Was Moth” de Cocteau Twins y me dan ganas de bailar, pero no quiero ser el único.

Mano con un celular tomando una foto
Crédito Alfredo Ávila

Ahí me percato de que todxs a los asistentes que pude reconocer tenían un semblante diferente a cuando estaban escuchando los dos performers anteriores: con la primera, vi ojos cerrados, el aislamiento de un sentido para amplificar otro, una acción inconsciente, una paz que descolgaba la tensión de los labios, se mecen las piernas en un compás tenue, casi imperceptible, columpios con precisión de reloj; el tiempo se escapa pero regresa porque mi memoria me ha llevado a un lugar celestial y vacío, ausente de materia; con el segundo, la plétora de ojos mantenía la atención fija, metálica como la misma música, las bocas bien cerradas, el cuerpo vuelto un elástico estirado, tenso, a punto de reventar, las respiraciones contenidas en el esfuerzo de máxima concentración, los rictus clavados por acero invisible, ondas de tornillos que penetraban hasta lo más recóndito del área de Heschl.

Dos trances distintos, como había mencionado Alfonso. Le damos “cran” a nuestros botes, dejamos sus carcasas vacías sobre una triste banca de madera porque ya empezó el tercer performance.

 

El cuerpo vuelto un elástico estirado, tenso, a punto de reventar, las respiraciones contenidas en el esfuerzo de máxima concentración, los rictus clavados por acero invisible, ondas de tornillos que penetraban hasta lo más recóndito del área de Heschl.

Ana Fauna: sopor agradable y poético

Ana Fauna, seudónimo de la artista multidisciplinaria Ana Paula Santana, tiene una amplia trayectoria desarrollando su experimentación sonora; busca el enlace entre la cerámica y la acústica, las grabaciones de campo y la repetición de loops. Esta noche, sin embargo, apuesta por una serie de piezas menos intrépidas. Esto no significa que sean malas, sino que se acercó a nosotros con grabaciones más agradables, rompiendo por completo con lo que Camilo Ángeles había expulsado de su ser minutos atrás.

Sonidos de campanas, arpegios discretos que parecían arroyos de una sangre cálida y benigna se filtraban por las bocinas. Trastes y metal chocan entre sí, proponen un espejismo de desorden cotidiano que confluye con su poesía, los tenues cánticos que manan de su voz y las diversas capas de sintetizadores estirados, un confort me cubre durante lo que parece un largo tiempo, el tiempo que le tomaría a un humano cruzar un plácido y quieto mar, el frío se va, una manta cálida me hunde en un sopor agradable y rosado.

Crédito Alfredo Ávila

Claire Rousay: mood depresivo en formato cuasi-acústico

No nos movemos de nuestro lugar porque el cambio entre Ana Fauna y Claire Rousay, artista sonora que vive en Los Ángeles, es rápido. Claire Rousay es una persona de aire misterioso, tenía una mirada penetrante que denotaba concentración y empeño en su música. La carta fuerte de Afasia para la noche fue la concreción de la intimidad: un set con guitarra eléctrica, algunos samples de fondo que agregaban una atmósfera triste a sus canciones.

Una guitarra y unx interprete, un diálogo, dos voces, una limpia y la otra transformada por el autotune, palabras en inglés que eran difíciles de descifrar, un mood depresivo que se acentuaba con la androgínia de su voz, muy similar a su disco a crying poem, solo que en un formato cuasi-acústico. Una muestra clara de las capacidades de esta artista para llevar a cabo reinterpretaciones de sus canciones con la ayuda de un instrumento principal. Tremenda forma de cerrar, llevar al público al centro de su dolor, de sus preocupaciones, de su cuerpo, del cuerpo sónico que ellx y su guitarra.

 

Una guitarra y unx interprete, un diálogo, dos voces, una limpia y la otra transformada por el autotune, palabras en inglés que eran difíciles de descifrar, un mood depresivo que se acentuaba con la androginia de su voz

Crédito Alfredo Ávila


Un line-up muy sólido por parte de Afasia Producciones. Estaremos atentos a sus próximos shows, ya que prometen traer calidad, caos y contemplación a la escena musical de Guadalajara y México.