Visité la exposición Crecerán nuevamente en cada temporada de Mónica Figueroa y David Zafra en Déficit el pasado 21 de septiembre. Si no lo sabían o no lo habían escuchado, Déficit es una residencia para artistas en el Barrio de Analco, en Guadalajara. En esta residencia, Déficit invita a artistas a elaborar una exposición en dos semanas. Durante su residencia, las o los artistas (en este caso invitó a dos a la vez) tienen un estudio para trabajar las horas que requieran.
Eran las nueve de la noche, una hora después de su inicio, cuando llegué. Ya había gente, la mayoría al fondo del lugar que está al aire libre. Después de ver la exposición Crecerán nuevamente en cada temporada (cinco pinturas de Mónica Figueroa y cinco piezas de David Zafra, entre las que se encontraba una escultura), fui a hablar con los artistas. Admitieron estar cansados, pero contentos. Les acerqué a nuestra perrita de apoyo emocional para que se les bajara un poco los nervios de la plática.
Aunque Déficit consideró hacer una exposición conjunta, desde el punto de vista de Mónica y David no era lo adecuado. “Sentimos que nuestra relación personal no tiene mucho que ver con el trabajo, sino más con nuestra personalidad. Este fue un momento en el que se juntaron esos aspectos, pero no hay relación directa entre lo personal y lo laboral. Fue interesante porque, a lo largo del proceso, descubrimos que, aunque nuestras maneras de trabajar son muy distintas, logramos complementarnos. Yo, por ejemplo, estoy acostumbrada a trabajar sola en casa. Mientras que él, al estar en Yope Projects, está habituado a compartir espacio con otros y ver lo que hacen mientras trabaja”, dijo Mónica Figueroa.
Anteriores residentes como Julieta Belazo, Roberto Carrillo o Leonardo Ascencio, habían comentado cómo fue la dinámica de pintar en un lugar donde otro artista tiene su estudio, Juan Manuel Salas. Concordaban en que se nutrían de las pláticas y retroalimentación que surgen espontáneamente esos días de residencia.
Durante la residencia en Déficit, un comentario, un chiste o un chisme bastan para empezar la conversación sobre procesos creativos, técnicas que usan o reflexiones que han tenido sobre la pintura, pero también sobre los problemas económicos que padecen los artistas y cómo cada uno maneja su carrera artística . “Más allá de la pintura, la conversación es sobre cómo se lleva la vida de un artista, con todos los desafíos que conlleva. Todas esas cotidianidades que, al final de cuentas, pesan en lo que produces y en todo lo que haces”.
Además, se adaptaron al horario nocturno de su anfitrión. “De hecho, terminábamos de trabajar a las cuatro de la mañana.”, pero también exploraron una forma de trabajo más abierta y colectiva.
“Al trabajar juntos, me di cuenta de que esa mediación, esa dinámica en grupo, me ayudaba a pensar las cosas de otra manera. Le copié a Juanma algo tan sencillo como cambiar el fondo sobre el que trabajaba, del blanco a un color gris, y eso fue un gran cambio para mí”, dijo Mónica Figueroa. “Cuando veníamos aquí, no teníamos una expectativa concreta, y fue muy bonito cómo las cosas fluyeron de manera natural. Fue una experiencia muy chida, no solo por las piezas que producimos, sino también por el ambiente que se creó. Juanma nos hacía muchas preguntas: ‘¿Tú qué opinas de esto? ¿Cómo haces esto otro?’”.
Pero reconocen que aunque suene así de sencillo, la residencia no fue fácil. Mónica Figueroa y David Zafra trabajaron muchas horas. El hecho de haber sido los cuartos artistas invitados, hizo que tuvieran expectativas altas que cumplir, pero conforme pasó el tiempo se fueron diluyendo.
“A veces sientes que en una residencia tienes que cumplir con ciertos estándares, porque todos los que han pasado por aquí han producido mucho. Te das cuenta de que hay una vara alta a la que pareciera que tienes que llegar. Sin embargo, esa expectativa no se sentía pesada. Fue un incentivo, porque aunque sabías que había mucho por hacer, el ambiente no era estresante”.
Más allá de la pintura, la conversación es sobre cómo se lleva la vida de un artista, con todos los desafíos que conlleva. Todas esas cotidianidades que, al final de cuentas, pesan en lo que produces y en todo lo que haces.
Mónica Figueroa
Nuevas personas iban llegando a la sala de la exposición donde se estaba llevando esta plática. Unos tomaban fotos, otras dialogaban sobre alguna pieza, uno confundió nuestro trípode como parte de la obra (también pedimos disculpas por la confusión). Las pinturas que Mónica Figueroa expuso en Crecerán nuevamente en cada temporada recuerdan a las últimas exposiciones que ha tenido, como aquella donde la entrevistamos, La antigua mujer-piedra.
“Es que es de la misma serie”, dijo. “Esta vez quería que fueran escenas nocturnas, y me gustó que parecieran tener una luz de tarde-noche. También trabajé en ese flujo de contrastes de color, y en cómo se relacionan ciertas formas y estructuras naturales con lo humano. Por ejemplo, esas chicas que entrelazan sus piernas de la misma manera que lo hacen las raíces. Hay una hibridación entre lo humano y la naturaleza, o fenómenos naturales.”
Y luego le pasé la voz a David Zafra para que entrara en calor. Sorprendió que entre todas las pinturas de la sala, hubiera una escultura. Además, la curaduría decidió alternar las piezas de ambos artistas en vez de dedicar una sección de la habitación a cada uno.
“Yo siempre he estado más enfocado en la escultura, aunque también he trabajado en pintura. En este caso quise darle un enfoque más matérico a la pintura. Tenía en mente una cantidad de piezas que quería hacer, pero también fui ajustando sobre la marcha. Al final, todo depende del tiempo y la eficiencia en el trabajo. Logré hacer bastantes piezas. Esa escultura, por ejemplo, la hice porque quería experimentar con algo diferente. Aquí ya tiene el efecto de la luz, y aunque la pintura puede resultar algo molesta, es parte de la técnica”.
¿Hacían una pieza, la terminaban y luego empezaban otra, o trabajabas en varias al mismo tiempo?, pregunté. Me respondieron que durante la residencia, mientras Mónica Figuera desbordaba inspiración, resolución y creatividad, para David Zafra fue diferente. Así me lo dijo:
“Yo suelo hacer una pieza y la termino antes de comenzar otra. No me propuse una cantidad específica. Antes de venir sabía que quería pintar y dibujar, y eso fue lo que hice. Traje tres piezas sin terminar y las terminé aquí. El proceso para mí es como armar un rompecabezas, ensamblando cada pieza para que funcione. En términos de resolución, no es algo que hago rápidamente. Hay pintores que pueden resolver un boceto en diez minutos, pero yo puedo tardar tres o cuatro horas, o incluso más. A veces un día o día y medio para tener una pieza completamente lista. Eso es porque ellos saben cómo resolver rápidamente los problemas pictóricos que surgen, mientras que para mí es más complicado. Tengo que vincularlo con mi práctica escultórica, que es algo que he desarrollado más últimamente. Es un reto constante“.
Lo que buscaba entre muchas cosas era entender el lenguaje que puede existir entre lo pictórico, lo matérico y lo real, todo a partir de la luz y el color que pueden generar. Quería vincular esas dimensiones que existen entre la materia y el color, porque hay una comunión en ello.
David Zafra
El contraste entre las piezas de David Zafra y Mónica Figueroa es evidente. Las pinturas de David Zafra en esta serie son incandescentes y sus temas remiten a la tecnología, a la destrucción pero dentro de un orden; lo que se ve en ellas parecieran ser las sensaciones que tiene un ser humano cuando la electricidad lo atraviesa para mandarle una señal metafísica o quizás sean las visiones que ofrece un tren en movimiento a un viajero que recorre las planicies de un planeta cuyos campos electromagnéticos alcanzan niveles destructores, pensé, y Somos la luz proyectada de nuestro destino sea la estación al final del recorrido. Mientras que el estilo de Mónica es inconfundible: colores cálidos y llamativos, figuras humanas en escenas eróticas como si estuvieran en un Edén postapocalíptico, donde ríen, juegan, pero también sufren y enloquecen.
Por lo que ya quería escuchar cómo fue su proceso creativo que, a fin de cuentas, es lo más importante de esta crónica. Cómo es que llegaron a esos resultados que vimos, les pregunté.
“Lo que buscaba entre muchas cosas era entender el lenguaje que puede existir entre lo pictórico, lo matérico y lo real, todo a partir de la luz y el color que pueden generar”, dijo David Zafra. “Quería vincular esas dimensiones que existen entre la materia y el color, porque hay una comunión en ello. Es como generar la ilusión de algo que no existe, pero que lo aparenta. Parecería que esa pintura emite luz, pero no lo hace, es solo una ilusión. La pintura genera esas sensaciones. Además, otra idea que tengo actualmente es sobre la tecnología y su permanencia, su validez a lo largo del tiempo. Las cinco piezas son individuales, pero siento que de alguna manera las vi relacionadas narrativamente. Cada una la fui pensando poco a poco, en un proceso de una a la vez. Me gustaba la idea del consumo de imágenes, porque hoy en día se consumen múltiples imágenes simultáneamente, y esa es una cuestión que quise explorar”.
Y cómo ve cada uno el trabajo del otro en Crecerán nuevamente en cada temporada, pregunté con curiosidad, para tomarlos desprevenidos y fueran lo más sinceros posibles. David Zafra fue el primero:
“La verdad, sigo muy de cerca el proceso de Mónica todo el tiempo. Este año he seguido su evolución y he visto cómo expande todas las posibilidades de su práctica, lo cual es impresionante. Confío plenamente en que ella lleva cada pieza hasta el final y lo hace de manera impecable. Antes de esta residencia, tuvo una exposición en la que se adentró en la escultura con piedra. El resultado fue genial, y siento que esta exploración amplió mucho sus horizontes discursivos y narrativos”.
“Trabajar con piedra le permitió abrir nuevas posibilidades en su obra. Me encanta cómo disfruta tanto lo que hace, cómo se entrega a su trabajo. ¿Cómo haces para disfrutar tanto tu trabajo?, le pregunto. Y ella me decía que, aunque a veces se estresa, su lema ahora es disfrutar todo lo que hace. Aunque haya expectativas y presiones, intenta centrarse en el disfrute. Es un enfoque que parece sencillo, pero es poderoso”.
“Por ejemplo, es capaz de bocetar en diez minutos y ya tiene un esquema claro de lo que va a hacer. Yo, en cambio, medito más, pienso en cada paso, le doy muchas vueltas a las ideas antes de ejecutarlas. Ella se lanza al proceso con valentía, enfrentándose a todo de manera directa. Me impresiona mucho esa valentía de enfrentarse a su trabajo sin miedo”.
Y Mónica Figueroa le devolvió la flor:
“Su proceso es muy diferente al mío. Yo trabajo de manera más directa: lo que ves en el primer momento es la estructura que quedará al final. En cambio, David trabaja por capas, construyendo poco a poco, y al principio es difícil visualizar cómo será el resultado final. Es un proceso que requiere más paciencia y una proyección mental distinta. Para él, es como armar un rompecabezas, mientras que yo suelo ser más impulsiva. Me gusta ese contraste en nuestros procesos”.
Cuando nos retiramos (incluida la perrita de apoyo emocional), recordé que se me olvidó preguntarles por qué el nombre de Crecerán nuevamente en cada temporada. Se los debo. Nadie supo por qué Leonardo Ascensio no llegó.
Ella se lanza al proceso con valentía, enfrentándose a todo de manera directa.
David Zafra sobre Mónica Figueroa
Trabajar en Guadalajara y Oaxaca, por Mónica Figueroa y David Zafra
Lo que he experimentado en Guadalajara hasta ahora ha sido muy directo. Si alguien tiene una idea, simplemente la hacen, sin rodeos. Y creo que esto ha sido porque ambas veces que he participado en proyectos aquí, ha sido con personas que trabajan de esa manera. Todo es muy claro: si alguien quiere saber algo, te lo pregunta directamente, sin vueltas. En otros lugares, la gente parece más cautelosa o temerosa de hacer preguntas directas, pero aquí es diferente.
Lo que más me ha gustado es esa autenticidad, esa franqueza que percibo en las personas de aquí. No sé si todos los que viven aquí lo ven de la misma manera, pero desde mi experiencia, ha sido un entorno sin tapujos, donde todo fluye de manera muy ligera y sincera
En Oaxaca, todo es más tranquilo. Hay muchos artistas, pero el ambiente es más relajado. Todo se siente más apaciguado. La vida se lleva con calma. Me encanta ese estilo de vida oaxaqueño, la música, la comida, y la manera en que la gente interactúa. Oaxaca promueve mucho la colectividad, y no sientes tanto el protagonismo que puedes encontrar en otros lugares.