¿Cómo atrapar algo tan efímero como la música? Usamos grabadoras, micrófonos, acaso la memoria. Pero cuando lo que se quiere atrapar va más allá de la música misma, como el germen de lo que originó esa música, estos instrumentos no pueden hacerlo. Para atrapar las historias hace falta acaso otros recursos, como el cine. Porque Un lugar llamado música es el registro documental de una historia: la del encuentro de tres músicos. Por un lado, el compositor neoyorkino que acaso les suene su nombre, un tal Philip Glass; y, por otro, Erasmo y Daniel Medina de la Rosa, dos músicos wixaritari, que tal vez no les suenen para nada, pero eso ya no es culpa de nadie: son originarios de una comunidad wixárika en la sierra, en Santa Catarina Cuexcomatitlán, donde difícilmente pueden difundir su vida al mundo.
Los periodistas y los documentalistas comparten del oficio la capacidad de encontrar historias que valen la pena contar e investigarlas. Enrique M. Rizo, el director de este documental, vio que ahí había algo que contar. Y no se equivocó. ¿Qué otra oportunidad habría de contar el encuentro de dos mundos totalmente opuestos donde la música es el único territorio en común? No hablamos de artistas cualquiera. Ambos son, en su comunidad, músicos respetados. Para Erasmo y Daniel Medina de la Rosa, ellos solo son el medio por el cual dioses se manifiestan y les transmiten sus canciones, que comparten con su familia, amigos y vecinos.
Los periodistas y los documentalistas comparten del oficio la capacidad de encontrar historias que valen la pena contar e investigarlas. Enrique M. Rizo, el director de este documental, vio que ahí había algo que contar.
Toda esta historia la encuentran en el documental, lo que quiero resaltar es que el proceso creativo, la composición y el resultado final en Bellas Artes entre estos músicos probablemente se perdería y se quedaría entre el público que asistió a sus presentaciones si no fuera por que un joven director mexicano decidió grabarlos, siguiéndolos tanto por la sierra como por la gran ciudad.
¿Cómo suena el piano de un músico minimalista que ha vivido en una de las cúspides mundiales del arte como es Nueva York combinado con las voces e instrumentos de un par de músicos wixaritari que cantan en una lengua indígena poemas bellos y extraños? ¿Cuál es la melodía resultante? ¿Cómo llegaron a ese resultado? ¿Cómo fue esa unión de dos culturas que no buscan competir sino hermanarse? Sinceramente me interesa saberlo. Sinceramente merecemos saberlo. Más en estos tiempos tan llenos de odio. Ese evento tan único debía de registrarse en full HD. Pero claro, el cine tiene su propio lenguaje, que no es el de los periodistas. Tiene sus propias formas, sus propias maneras de contar.
¿Cómo suena el piano de un músico minimalista que ha vivido en una de las cúspides mundiales del arte como es Nueva York combinado con las voces e instrumentos de un par de músicos wixaritari que cantan en una lengua indígena poemas bellos y extraños?
Un lugar llamado música no desmerece en su forma de su fondo. Me recordó a Wim Wenders en ese increíble documental donde nos presenta a unos extraordinarios músicos cubanos, Buena Vista Social Club. Acaso ahí hay una influencia. No lo sé, habrá que preguntárselo al director; lo intentaremos. Solo sé que logró interesarme esta historia que a la vez es un espacio donde dialogan dos formas distintas de sentir la música. Un lugar. Pero sobre todo me maravillé cuando el documental cede a la música su protagonismo y se vuelve un humilde y respetuoso medio para que contemplemos esos fragmentos de conciertos de tres músicos mostrándonos su espíritu descarnado; cuando deja que los espectadores entren en armonía con la pantalla repleta de sonidos únicos.
Me maravillé cuando el documental cede a la música su protagonismo y se vuelve un humilde y respetuoso medio para que contemplemos esos fragmentos de conciertos de tres músicos mostrándonos su espíritu descarnado; cuando deja que los espectadores entren en armonía con la pantalla repleta de sonidos únicos.