Todo suceso histórico se cuenta desde una perspectiva: la del vencedor o la del perdedor, por ejemplo, por mencionar los más comunes. Sin embargo, hay otras perspectivas. Imaginemos, por ejemplo, una guerra (parece ser que la historia de la humanidad se divide por guerras ¿Qué enseñarán en las clases de historia nacional en las escuelas suizas?) y la perspectiva de los ciudadanos de a pie, de las mujeres, de los generales, de los soldados, de los médicos. Estas diferentes perspectivas son las que me interesan. Por eso me gusta la microhistoria de Carlo Ginzburg. ¿Conocer la Edad Media desde el punto de vista de un panadero? Por supuesto que sí, Carlo.
Italo Calvino, otro chalado italiano, reflexiona acerca de estas perspectivas sutiles (el concepto es mío, por si algún día lo citan en alguna tesis) en su maravilloso cuento Un espléndido día de marzo, de su más maravilloso aún libro La gran bonanza de las Antillas, donde el narrador de ese cuento (¿Décimo Junio? ¿Cayo Casio?), uno de los asesinos del emperador Julio César, se pone a pensar, mientras esperan al emperador para emboscarlo y acuchillarlo, si aquellas personas que están a su alrededor de la plaza Largo di Torre Argentina, paseando, comiendo una fritura romana, de la mano con la pareja o yendo a arreglar una toga que mancharon en el baño público el día anterior, se darán cuenta de que aquel asesinato que están a punto de presenciar va a cambiar el curso de la historia romana y por ende de sus propias vidas o si simplemente seguirán disfrutando esas tardes como muchas otras tardes. Es ese tipo de perspectiva, pero con la Revolución Mexicana, la que aborda Nellie Campobello en Cartucho.
Momento histórico en Cartucho
Cartucho es una serie de microhistorias cuyo tema principal es el conflicto armado revolucionario en el norte de México, en específico en Chihuahua, entre fuerzas villistas y carrancistas; se divide en tres partes: 1) Hombres del norte; 2) Fusilados; 3) En el fuego. Aunque son microcuentos independientes, se puede leer como un todo, ya que en algunos hay referencias de otros, mismos personajes pero en otras situaciones.
¿Dónde se sitúa Cartucho? Como no hay una fecha exacta, puede decirse, por indicios de este conflicto en la historia, que va desde 1915 a la muerte de Francisco Villa, en 1923, y se desarrolla en las siguientes tierras del norte de México: Parral, Chihuahua; Durango y Ciudad Juárez (pero sobre todo Chihuahua). Así es, aunque la Enciclopedia de la literatura de México tenga otros datos.
¿Cómo conocemos la historia a través de Cartucho?
Chihuahua y las tierras del norte son el escenario donde una niña, la narradora, a veces porque lo vio, a veces porque se lo dijo su mamá, cuenta las historias de su alrededor. La Revolución Mexicana se filtra en cada una de ellas. A esta narradora no le importa imponer juicios de valor o hacer un análisis de los hechos, simplemente con sus ojos infantiles va viendo lo que sucedió ahí; ella no va a la Revolución para nutrirse de historias qué contar, la Revolución viene a ella y por lo tanto sólo puede contar hasta lo que ese límite espacial y temporal, que es su pequeña ciudad, le permite.
Así que estos microcuentos son también crónicas, en el sentido periodístico: contar los hechos históricos de un determinado tiempo, sin crítica, con alguna que otra explicación escueta. Simplemente el lector se informa y se lleva una impresión: por más sangre que vea, por más crueldad que presencie, por más injusticia o infamia o hechos desgarradores, la voz de la narradora no se va a exaltar y alterar los hechos. La candidez de la narradora se muestra cuando en escenas que cualquier otro le impregnaría violencia o quisiera inducir al lector a cierta repulsión, ella simplemente lo narra sin aditivos artificiales:
“¿Oigan, qué es eso tan bonito que llevan?” Desde arriba del callejón no podíamos ver que dentro del lavamanos había algo color de rosa bastante bonito. Ellos se sonrieron, bajaron la bandeja y nos mostraron aquello. “Son tripas”, dijo el más joven clavando sus ojos sobre nosotras a ver si nos asustábamos; al oír, son tripas, nos pusimos junto de ellos y las vimos; estaban enrolladitas como si no tuvieran punta. “¡Tripitas, qué bonitas, ¿y de quién son?”, dijimos con la curiosidad en el filo de los ojos.”
Cartucho, pág. 85
La Revolución Mexicana, como se mencionó, va al encuentro de la narradora. A ella no le queda más que ir contando lo que le pasó a su vecino o al amigo de su primo mientras sucedía la Historia. Con esto lo que hace es reivindicar y sacar a la luz, de entre los miles de muertes y personajes anónimos, las historias de aquellos que se vinculan con su tierra: para ella una persona no es sólo una muerte más, sino alguien que le tocó vivir y sufrir y ser un participante minúsculo, casi invisible, en la lucha armada de su país y que merece un poco de atención. A esa niña hay que tomarla en serio.
“Los mataron rápido, así como son las cosas desagradables que no deben saberse. Los hermanos Portillos, jóvenes revolucionarios, ¿por qué los mataban? El camposantero dijo: ‘Luis Herrera traía los ojos colorados, parecía que lloraba sangre’. Juanito Amparan no se olvida de ellos. ‘Parecía que lloraba sangre’ A los muchachos Portillo los llevó al panteón Luis Herrera, una tarde tranquila, borrada en la historia de la revolución; eran las cinco.
Cartucho, pág.65
Estas pequeñas crónicas pueden contener hechos trascendentes. El tratamiento no es el de una nota informativa o una descripción extenuante, más bien es la captura de la esencia: el saber reconocer través de qué indicios algo pequeño puede referir a algo grande.
’Samuel Tamayo le tenía mucha vergüenza a la gente. No lo hacían comer delante de nadie. Cuando hablaba, se ponía encendido, bajaba los ojos y se miraba los pies y las manos. No hablaba. Cuenta Betita que siempre se iba a comer a la cocina. El general Villa no lograba hacer que se le quitara la timidez. “Entre hombres no es así – le decía el general a Betita-; si lo vieras, hijita, pelea como un verdadero soldado. Yo quiero tanto a Samuel; cuando andábamos en la sierra, cuando cruzamos Mapimí muertos de hambre y de sed, este muchacho, hijita, tan vergonzoso como tú lo miras, venía y me daba pedacitos de tortilla dura que me guardaba en los tientos de su silla. Me cuidaba como si fuera su padre. Mucho quiero a Samuel. Por eso te lo encargo’.
Un día Samuel, aquel muchacho tímido, se quedó dormido dentro de un automóvil; Villa y Trillo también se quedaron allí, dormidos para siempre. Cosidos a balazos. Samuel iba en el asiento de atrás, ni siquiera cambió de postura. El rifle entre las piernas, el cigarro en la mano, sólo ladeó la cabeza”.
Cartucho, pág. 127
La microhistoria en Cartucho
Si cuando leí el libro El queso y los gusanos de Carlo Ginzburg me maravilló el hecho de que a través de la cosmogonía de un panadero y sus conflictos con las autoridades de la iglesia, nos pudo explicar el hecho histórico general de cómo se percibía la alta Edad Media y el inicio del Renacimiento; es decir la microhistoria: ir de lo particular a lo general, un personaje quizás perdido para siempre en la historia de la humanidad se nos rescata y gracias a él se puede explicar desde una perspectiva diferente, más particular, la historia.
Del mismo modo se puede aplicar a esta Cartucho de Campobello; la perspectiva que nos muestra en la Revolución Mexicana nunca se va encontrar del mismo modo en los manuales de historia, porque son diferentes maneras de observar los sucesos. Sabemos que hay un conflicto entre dos bandos y que hay ciertos generales importantes sucumbiendo a las balas, pero también conocemos cómo vivió una señora que hacia gorditas, una niña que jugaba con sus amigos mientras se suscitaba una balacera, cómo era el chofer de Pancho Villa.
Hay dos formas de aprender historia: una es conocer los datos, los hechos, los sucesos cronológicos, la concatenación de momentos, las causas y efectos, los nombres, lugares, intrigas; pero también hay otra y es adentrarte como en un sueño a la ficción que estás leyendo, donde puedes oler, sentir a los personajes, observar tipos de ropa, conocer a personas comunes y corrientes que te están diciendo qué pasó, cómo vivieron esa época, como una especie de hechizo en el que mientras vives imaginativamente la ficción aprendes de ella: esta es la manera en cómo te enseña Cartucho la Revolución Mexicana.