Se siente raro ser un espectador de una película surcoreana que trata sobre el comercio ilegal de niños abandonados por su familia. Uno esperaría ver escenas crudas, como a las que estamos acostumbrados todos los habitantes de México o en general de Latinoamérica. Sin embargo, Broker no es eso. Así que dejé de lado mi imaginario (que es lo que conozco) y me adentré a esta ficción sobre una madre que abandona a su bebé en un buzón de un orfanato y que dos hombres, al ver la oportunidad (no sin antes juzgar con todo el peso de su moral a la madre), deciden ponerlo a la venta al mejor postor por una cantidad grande de dinero (oh qué ironía). Estamos hablando de millones. Como ponerlo en Marketplace. Pero corrijo: no es al mejor postor, es a la mejor familia.
No vayan a creer que estas dos personas venden niños a enfermos mentales o a traficantes de órganos o no sé qué otro esperpento, sino a familias adineradas surcoreanas para que el niño pueda crecer en un entorno sano. Solo puedo decir que un grave problema como es la venta de niños abandonados es hábilmente disfrazada en Broker por el director Hirokazu Koreeda. Le basta agarrarse de este leitmotiv para hacer una película dulce, llena de añoranza.
Cuando la madre decide regresar por su hijo (no es spoiler, todo esto ocurre en los primeros minutos de la película), y les reclama a los comerciantes que no malbaraten a su hijo y que quiere participar para encontrar la mejor opción para su bebé, es que la magia comienza.
Un road trip por las carreteras de Corea del Sur. Un ir y venir entre diferentes casas, ciudades, parejas, mercados. Alguien persiguiendo a alguien. Otros huyendo de algo que está dentro de sí mismos. Más allá de que el planteamiento se presente como frívolo, toda la película está demasiado bien hecha. Personajes entrañables, bien definidos, un par de detectives que parecen sacadas de un noir moderno, y una fotografía sobresaliente. Incluso hay dos escenas que son cinematografía pura en el sentido de que toda la imagen y todos sus elementos se conjugan para transmitir una emoción, una idea, la cápsula del tiempo concentrado, que no puedo explicar con palabras porque entonces no sería cine.
Sin embargo, no termina por convencerme la historia. Muy telenovelesca, quizás. Muy idílica en un país demasiado benevolente, según lo que se nos presenta. Pareciera un ensayo sobre la familia (¿Quién es tu familia realmente? ¿Quién te cuida? ¿Con quién naces y creces? ¿Hay otras formas de familia además de la definición hegemónica) y estas imágenes, sus puntos de vista, su reflexión. Quizás alguien encuentre una película conmovedora y emocionante. Pero yo soy así, medio amargado. Yo me quedo con su apartado artístico, su música, su fotografía, sus personajes y su ritmo. A veces lo bien hecho no es necesariamente lo mejor.